FaBulARio

28.2.04

Imperativo

Déjame existir al margen de este reloj que se cuelga de mis paredes. Déjame inventar el vacío con la cara de un funambulista. Déjame pintar un funambulista con la cara de un puente colgante.
Si alguna vez llega el invierno cargado de viento, díle que deje un pulmón a mi puerta. Díle que deje un vendabal cerca de mi chimenea, para que el fuego encuentre una razón.
Díle que él es el invierno, y que lo sabrá cuando los árboles hallan olvidado sus hojas.

Entonces, ven a casa. Llama a mi timbre, cámbiale la voz a mis persianas. Sonríele a esa vecina que no tiene sonrisa, y también al peldaño de la escalera que no tiene esperanza de ser libre tras el pasamanos.

26.2.04

Una de Hitchcock

Hoy voy a contarles una historia de bufandas.
Una historia de UNA bufanda que estranguló a su dueño porque quería ser la protagonista de un film de Hitchcock.
Fue un crimen limpio y sencillo. Un crimen perfecto. Arma y asesino coincidían.
Fue hallada culpable y condenada a la cámara de gas: la incineraron con su víctima.

24.2.04

destino: cielos de cartón

Me he comprado una avioneta de papel para aterrizar en el aeropuerto internacional de la blog "http://cielosdecarton.blogspot.com". Mi piloto es un indio de plástico. Por si los motores del viento fallan y la nave se va a pique contra cualquier cielo plastidecor, aún lleva a su viejo caballo con él.
La lista de pasajeros es la siguiente: de primera clase y en primera clase, el plantel de Toy Story; Oliverio Girondo y Macedonio Fernández en las alas, asiento de fumadores; en ventanilla, Terry Pratchett y su equipaje -un baúl caníbal que nunca perderían en los aeropuertos- y a una nube "kindon"de distancia, Benjamín Pérez Cobo, star trek de la tripulación, hombre sencillo de "La Comarca".
El destino: la luna, donde Cyrano de Bergerac espera "http://cielosdecarton.blogspot.com".

22.2.04

Jonás

Déjame encender una bombilla en tu estómago, ballena. Déjame acariciar tu esqueleto y así podrás imaginar que tienes un corazón. Te sentirás como un pez pequeño, porque sólo los animales pequeños sienten sus órganos, y tú, que eres un pez demasiado grande para el océano, sólo sientes tu oscuridad. Pero yo encenderé esta bombilla, y dejaré de estar solo, porque un hombre se siente solo cuando no puede verse las manos.
Llévame hasta el Ártico, para que pueda sentir los huesos en el frío, y déjame contemplar un momento los icebergs, que son ballenas blancas muertas.

19.2.04

Árboles y recuerdos

Leo la palabra "árbol" y entonces recuerdo que existe un bosque donde yo escondía palabras.
En cada árbol que me gustaba buscaba un hueco en la corteza, y allí ponía un papel: "cielo", "montaña", "niña", "mamá"... cada palabra era un recuerdo: algo que yo había mirado ese día o alguien que quería recordar tal y como había aparecido a mis ojos esa mañana. Yo pensaba que los árboles eran los guardianes de la memoria, y que cada hoja era un recuerdo que alguien había extraviado y que ya jamás volvería a su dueño.
Yo quería reconocer ese recuerdo mío en forma de hoja, poder leer sus imágenes y recuperarlo. Robárselo a ese árbol guardián de recuerdos. Mi idea era que mis hojas tendrían la forma de una palabra o que esa palabra quedaría grabada en su piel.
Tengo miedo de volver a ese bosque y no encontrar las hojas que me pertenecen.

16.2.04

Árbol

Una vez un árbol soñó que no era un árbol: "Mira mis hojas: son plumas. Mira mis brazos: son alas".
Cuando se despertó, empezó a mover lentamente sus raíces, sus ramas, sus hojas.
Tres siglos después, pudo vérsele volar por los cielos del mundo. Fue un árbol migratorio. Jamás volvió a plantar las raíces en el suelo.

14.2.04

Las gafas del bibliotecario

Aquellas gafas habían ido al óptico de la literatura, habían sido fabricadas para que no se cansasen en los millones de letras que tendrían que pasar junto a sus ojos. Pero estas gafas eran tan pudorosas que en realidad no querían comprender ni desnudar los pensamientos de las hojas, y menos aún leerlos y clasificarlos y encerrarlos y delatarlos: aquellas gafas querían ser un aeroplano y sobrevolar la biblioteca, salir al mundo.

11.2.04

Celulosa

Mi libro me mira y comienza a sicoanalizarme. "Manual individual para la Automejora", me susurra. Es muy astuto. Entre miles de libros se deja ver por las grandes superficies: sus colores arrogantes, su imponente autoejercicio, su figura. Es uno de esos que se destacan entre la multitud. Cuando fui al supermercado, vi que su portada combinaba perfectamente con mi camiseta, tuve que traerlo a casa. Estuvimos conviviendo bien durante un par de tazas de chocolate vespertino. Cuando me dijo que abandonara el chocolate y que lo sustituyera por cosas de gimnasio, se deteriora nuestra charla. Recuerdo el haberle visto, en el supermercado, de nuevo, por los estantes de la celulosa.

10.2.04

La Biblioteca de Alejandría

Un libro pensaba que los diferentes libros que viven a su alrededor pronto iban a morir porque nadie recomendaba sus lecturas. El que pensaba de esta forma, se lee, se lee, se lee, hasta grabar su memoria en el filo del estante: sus letras saltan a la madera como el fierro ardiente de un cowboy sobre la piel del ganado.
La madera, que sabe que fue papel, queda marcada. Otro libro hace igual que el anterior y, uno a uno, los que le rodean, miles, hacen que sus letras se incendien. La madera, el papel, la ceniza: ese es el hogar del saber antiguo, el hogar del olor a nada. Al fondo se ve la figura de un hombre sosteniendo un libro.
El bárbaro apenas llora.

9.2.04

A Leo Frank

Mr. Leo, le gustará saber que hay una estantería en la biblioteca Norlin, de Colorado, que tiene escrito: "Take your life off the shelf".
Los estudiantes piensan que alguien escribió esta leyenda en el lateral de la estantería. Sin embargo, Mr. Leo, debe usted saber que este es el primer capítulo de las memorias de una estantería de biblioteca.

6.2.04

Caperucita

Caperucita odiaba a su abuela.
En su cesta había un tarro de miel envenenado.

4.2.04

Aquiles

Aquiles se sentía imperfecto.
Un día, decidió cortarse el talón.
"Prefiero la cojera a la mortalidad".

1.2.04

Sueños

Nietzsche soñó que C.B. De Mille no nacía. Marx que no había trabajo. Gregorio Samsa que no existían los aerosoles, los insecticidas. Teseo sueña con mapas, y el Minotauro con la extinción de los toreros.
Dios sueña que no hay religión. Dios sueña que Nietzsche sueña que Dios ha muerto.