Genocidio
Hay una palabra que no fue inventada por el hombre. Hay una palabra que nació como un hombre.
Cuando encontremos esa palabra, tendremos que dispararle un misil de sintaxis, un proyectil de razón, para que sangre como un hombre.
Hay una palabra que no fue inventada por el hombre. Hay una palabra que nació como un hombre.
Pobre Conde Drácula: condenado a contar plátanos en Barrio Sésamo, condenado a beber leche pasteurizada.
Los aviones de juguete llevan pilotos cuyos sentimientos son falsos, tan falsos como la maquinaria que se dejan llevar. Los destinos, las rutas que manejan, no sirven a la vida, sino al cerebro. A veces quisera transformarme en un piloto que parece que lleva la seguridad de Dios en sus manos. Los pasajeros siguen confiando en ese piloto, tal vez porque ellos sean paisanos de su mismo material, verdaderos seres que no necesitan cuerpos mortales, cuerpos llenos de sangre o venas, ilusiones programadas o terminales. Los aviones de juguete siempre llegan a su destino, debo comprarme uno, para aprender a volar.
Vamos a volar sobre los tejados como las antenas. Vamos a refugiarnos bajo los puentes, como los ríos con miedo a la lluvia. Vamos a pintar un camino que lleve a otro camino, una señal que confunda, un semáforo que detenga las gaviotas sobre el mar. Vamos a regalarnos un autobús entre todos los paraguas, un café donde conversar acerca de la lluvia.