FaBulARio

15.1.04

MontaƱas azules

Cuando yo era una niña pintaba las montañas azules, porque las miraba en la distancia.
La maestra insistía en que fuésemos realistas (ella era de la escuela de Corot), y yo, aún sin saberlo, ya era impresionista y apuntaba al expresionismo de Kandinsky.
El color es la materia más hermosa que el mundo lega a nuestra retina. Sin embargo, no todos están dispuestos a admitir que la sombra es luminosa y que el negro surge de la mezcla del rojo, del azul y del verde.
No sé porqué nadie ve que el cielo vibra en matices de rojo y de bermellón, y que las hojas de los árboles no son únicamente verdes, sino rojas y azules.
"Las montañas son marrones", me decía aquella profesora ciega. Y por mucho tiempo me sometí en parvulario al yugo de la convención del café. Sin embargo, hoy reconozco que siempre vi las piedras de las montañas azules, y el mar verde, y los árboles anaranjados, y el cielo azul cobalto y rojo zinc.
"Quíteme el lápiz azul, pero sólo arrancándome las pupilas logrará que vea las cosas de su color", le dije.