Sherlock Holmes
Un día Sherlock Holmes descubrió que Conan Doyle era un asesino, y que el Dr. Watson había resuelto un problema. Se refugió en su apartamento de Baker Street, fumó opio. La lluvia pasó por Londres en invierno, y en verano, Sherlock Holmes seguía en su apartamento de Baker Street fumando opio y tocando el violín. Ya jamás resolvería más casos: robos, asesinatos, misterios...
La vida se había acabado para Holmes. Su autor había dejado de escribir.
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